miércoles, 5 de agosto de 2009

CHAPARRO


EL VIEJO ENTERRADOR DE LA COMARCA

“ CHAPARRO”


Con 91 anos a cuestas aun mantiene la claridad mental, no le da sino gripa, goza de buena salud, de pronto es el resultado del aguardientico, que según dice conserva a la persona.

Corría el año de 1949, Don Ignacio Cuadros, viejo maestro de obra fue contactado por don Augusto Domínguez, administrador del cementerio católico para la construcción de bóvedas. Fue así como Jesús entro como ayudante de construcción y allí se quedo durante más de 40 años.

Inicialmente, cuenta, casi todos los muertos eran depositados en tierra, puesto que ocupo hasta que las bóvedas fueron mas apetecidas por los dolientes, y fue cuando la administración del cementerio, ahora al mando de Don Elías Gonzales Recio lo comisiono para esta labor de las bóvedas. De don Elías cuenta que fue un gran administrador y buena persona, que aun cuando don Elías sale a caminar arrima a la casa a saludarlo y conversar con el, que son muchos los recuerdos que evocan y las historias que se cuentan.

Entre las anécdotas están las bebas que se metían con los integrantes del “combo calavera”, eran ellos, entre otros, Don Julio Manzano, quien se iniciaba con su fabrica de lapidas, llamada” Relieves Manzano”, Arévalo quien trabajaba como contratista en construcción, Jorge Holguín “flechas”, Hernán Varela, ex concejal del municipio, gran bohemio y excelente conversador, quien posteriormente tuvo una tienda aguardientera en la calle 7 con carrera 18, a la que bautizo con el nombre, muy apropiado como “La ultima curva”.

No menos recuerdos merece la tienda de Noé, en la calle 9 con carrera 17, popularmente conocida como la “última lágrima”, pues allí terminaban los dolientes y al calor de los tragos, olvidaban los pesares y dejaban la última lágrima.

Cuenta además que sus hijos mayores Eduardo (q.e.p.d.), Humberto y Oscar, en muchas noches tenían que ir por el, pues se quedaban en la sesión con los miembros del combo. Aura Cáceres, su mujer, quien le dio 10 hijos, guardaba en casa una copia de la llave del cementerio y cuando el tardaba mandaba a los hijos por él, para los hijos el cementerio fue como el patio de la casa, pues desde muy pequeños merodeaban y jugaban allí. Al llegar al cementerio, a eso de las 8 de la noche, primero lo recorrían y por hay media o una hora después llegaban donde los contertulios, quienes se asustaban de ver otras seres vivos en el cementerio a esa hora.

Después de su jubilación en Abril de 1990, y ya en su casa, madruga religiosamente, como lo hizo por mas de cuarenta años, limpia y arregla el jardín de su casa, como lo hizo , en el mismo lapso, en el cementerio, y prepara el chocolate del desayuno, como lo ha hecho toda la vida.

Hoy en compañía de su esposa, nueve hijos, ocho nietos y tres bisnietos, descansa en su casa, y hace el recorrido habitual durante años, de la cama a la cocina, de la cocina a la puerta y de esta al televisor. Solo le saca de la rutina la lectura de la prensa y las horas de las comidas.

Hoy en la ciudad el apellido Chaparro es recordado por las gentes de antaño y por las nuevas generaciones, todos han tomado el apellido Chaparro como el sinónimo o la extrañeza por que alguien aun vive, o esta viviendo “horas extras”, de allí que escuchar “Chaparro no te ha visto”, “saludes te mando Chaparro” o ya vas para donde Chaparro” es simplemente un llamado a desaparecer.